Cuando buscamos información sobre una hernia discal suele aparecer siempre lo mismo: explicaciones sobre síntomas, tipos de hernia o tratamientos. Sin embargo, pocas veces se explica el proceso profundo que hace que una hernia aparezca después de años de pequeñas adaptaciones posturales.
La hernia discal desde otra perspectiva
Este artículo habla de ese proceso real: cómo tu cuerpo se va organizando en el tiempo, cómo se defiende de la caída de sus propios pilares laterales y cómo, en esa lucha constante por mantenerse en pie, la columna vertebral acaba dañándose.
Por qué una hernia discal no aparece de repente
Para comprender por qué aparece una hernia discal necesitamos imaginar el cuerpo como un sistema sostenido por tres columnas: dos laterales —una por cada lado del cuerpo— y una central, que es la columna vertebral. Cada columna lateral transmite carga desde el pie hacia arriba y desde el hombro hacia abajo, y cuando ambas son verticales y nítidas, el sistema es estable, equilibrado y eficiente.
Cuando una columna lateral pierde verticalidad
Sin embargo, con el paso del tiempo —por hábitos de trabajo, sedestación prolongada, deportes repetitivos, tensiones emocionales o formas particulares de movimiento— una de estas columnas laterales empieza a perder verticalidad, inclinándose poco a poco. La otra columna lateral se mantiene más erguida y estable, y esa diferencia hace que el cuerpo comience a girarse hacia un lado en el plano transversal. Esta situación es algo que mucha gente puede percibir claramente en el día a día: esa sensación tan común de que un pie pisa distinto que el otro, como si un lado del cuerpo soportara más peso que el otro sin que uno pueda explicar por qué.
El cuerpo busca la frontalidad desde arriba
En esta asimetría progresiva aparece la pieza clave que casi nadie explica: la columna vertebral, situada en el centro, no es la culpable de esta situación, sino la estructura que intenta evitar el colapso del cuerpo. Si la parte baja —pies, rodillas, pelvis, zona lumbar— cae hacia la derecha, la parte alta —dorsal, cervical, hombros— se ve obligada a girar ligeramente hacia la izquierda para que la cabeza, la visión y la orientación general del cuerpo sigan mirando hacia el frente. El cuerpo necesita esa frontalidad para caminar, relacionarse con el entorno y mantener el equilibrio, y por eso crea un patrón en el que la parte baja cae hacia un lado mientras la parte alta compensa girando hacia el contrario.
La verdad postural que casi nadie explica
Este mecanismo crea un fenómeno clave en el origen de la hernia discal: el choque de fuerzas rotacionales.
La parte baja del cuerpo empuja hacia un lado.
La parte alta empuja hacia el lado opuesto.
El choque de fuerzas que daña al disco
La columna vertebral queda atrapada entre dos direcciones contrarias, soportando una torsión constante que se acumula día tras día y año tras año. Esta doble torsión explica por qué las zonas más afectadas son las cervicales y la región sacroilíaca, que son los puntos de mayor conflicto entre las dos direcciones.
La ciencia apoya esta idea: estudios como el de Bina et al. (2021) muestran que reorganizar el sistema muscular y postural tiene un impacto directo en la reducción del dolor lumbar y la discapacidad (ver estudio). Del mismo modo, Kamel et al. (2024) demuestran que corregir asimetrías pélvicas y reorganizar la carga disminuye la presión sobre estructuras lumbares y mejora tanto el dolor como la movilidad (ver estudio). Ambos estudios apuntan a una misma idea: el disco no falla por sí solo; falla porque el sistema de cargas que recibe es insostenible.
Este patrón postural de supervivencia no solo explica la hernia discal: también explica por qué muchas personas que viven así sienten que no pueden relajarse nunca. Son cuerpos en estado de alerta permanente, atrapados entre dos fuerzas opuestas, que nunca encuentran reposo profundo porque literalmente están intentando no colapsar hacia un lado. Esa tensión de fondo, que la persona siente como “yo es que no sé relajarme”, no es mental: es biomecánica, y acaba influyendo también en el estado mental, la calidad del descanso y la sensación general de tranquilidad.
Hernia discal, protusión y degeneración: tres resultados del mismo proceso
Cuando este patrón de torsiones opuestas se mantiene en el tiempo, el disco intervertebral sufre de maneras distintas dependiendo de múltiples factores individuales (rigidez, laxitud, fuerza del core, tipo de trabajo, deporte habitual…). El resultado final puede tomar tres formas:
Hernia discal
Ruptura del disco y salida del material interno a través de una zona debilitada por años de torsión y rotación opuestas sostenidas.
Protusión discal
Abombamiento del disco sin ruptura completa, producido por la presión lateral mantenida durante meses o años.
Degeneración discal
Deshidratación, pérdida de altura o desgaste general del disco debido a la sobrecarga crónica y la mala distribución de fuerzas.
No son fenómenos distintos:
👉 son tres manifestaciones del mismo conflicto postural que ha ido consolidándose con el tiempo.
Cómo abordamos esto en Equilibrio Club (y por qué funciona)
El enfoque no puede ser únicamente tratar el disco, porque el disco es solo el resultado visible del verdadero problema. Lo que funciona es reorganizar los pilares laterales para que vuelvan a ser claros, verticales y estables, y para que la columna vertebral no tenga que absorber fuerzas que no le corresponden.
En Equilibrio Club realizamos una valoración funcional profunda, analizando cómo cargas en cada pie, qué columna lateral está colapsando, cómo reacciona tu pelvis ante la torsión, qué hace tu dorsal para recuperar frontalidad y qué respuesta da tu cuerpo cuando lo movemos con intención.
El rango de movilidad es fundamental porque nos muestra si el cuerpo está bloqueado, si fluye o si sigue en un patrón compensatorio.
A partir de ahí, trabajamos con reeducación postural, devolviendo claridad a los pilares laterales para que la columna vertebral deje de vivir en un conflicto constante. Cuando las dos columnas laterales vuelven a transmitir carga de abajo arriba y de arriba abajo de forma nítida, las fuerzas que llegan a la columna disminuyen drásticamente y el cuerpo empieza a salir de ese estado de supervivencia permanente en el que vivía. Mucha gente nota en pocas semanas que no solo mejora el dolor, sino que por primera vez en mucho tiempo puede relajarse y sentir una calma global en el cuerpo que antes le resultaba imposible.
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